EL Rincón de Yanka: FRANCISCO ABUÍN FERREIRO: O ESCRITOR DOS SILENCIOS COMPARTIDOS

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miércoles, 1 de noviembre de 2017

FRANCISCO ABUÍN FERREIRO: O ESCRITOR DOS SILENCIOS COMPARTIDOS

"NO MORIMOS PARA MORIR. 
HEMOS NACIDO PARA VIVIR". 


"Aquí estamos para vivir, no para morir. 
Se muere en la muerte no en la vida". 
Julia de Burgos


"No te preocupes, 
tu lugar no es el nido donde naces, 
es el cielo donde vuelas"

Cementerio de San Amaro (Mauro) 
(Pontevedra)

Todo el soleado
Mira para Pontevedra
Pa non sentirse olvidado
A xente pasea por el
e récorda os seis finados
e un vaixe pra casa
todo confortado

San Amaro

A xente ven a escoitar o silencio, a estar cerca dos seus, moitas veces a encher o valeiro, a sentir esa necesidade emocional de sentirse cerca dos dun, a saber que nos queda a eternidade para compartir con eles e se amor que non lle souvemtraxeos dar.

O Brasileiro

Ela,  Mº Hortensia Míguez Godoy, +16/2/1996, de Tenorio, él,  Manuel Fortes Mariño, de Mondariz, conoceron o amor no Amazonas, casaron comprometéronse pra vida. Tiñanse o un u outro pra camiñar pola selva. Hai vinte anos ela morreu, e dende entón, él ben todolos días as 8:30 o cemiterio a regar as súas flores, a sentirse cerca dela, a sentir o seu amor, para amainar o baleiro que deixou.. Él é xordo, anda con muletas, pero ven contento. Di que está esperando xuntarse con ela, para volver a pasear polo Amazonas.

Historias do cemiterio:

Cemiterio Civil

Indalecio ten un templo
Zagala uhna truncada, os
Poza sempre teñen flores, e
Dominguez a suá escuadra
Orozco quedou truncado, e
Sebastián foi para a corrala.

O gato do civil

O gato do civil é Republicano,
Na dos Poza toma o Sol
o fresco con Armesto,
con Boveda fai a cama
E escapa pola porta reublicana.

A capela de san Mamede de Moldes Siglo XI

A Capela de San Mauro
Desenterrouna Filgueira
E, pusoa do revés.
Si entras nela,
non che pregunta que es.


O señor Villaverde:
Unha história de amor con cortinas.

Tras ha morte da sua muller por neglixencia médica (equivocación no tratamento co de outra paciente). Pilar Garcia Pazos tiña 73 anos e él, Eugenio Villaverde Aren, 75 anos. De repente aparece o baleiro, o drama da parella namorada, un ve marcharse o outro, mira a vida dende a soedade, quedarse sen a compañeira para a viaxe da vida. Porque os fillos van en distinto tren. Entón o que queda quere marcharse tamén, pero non pode, temos a obriga de vivila a vida, de non renunciar o mellor que nos derón os país.

Pa encher o baleiro o Señor Villaverde ven todolos días o panteón a chorar por ela, a sentirse cerca de ela, a non deixar seu cuidado, pero empeza como home a sentir vergoña de chorar, de senter amor, de ir todolos días, e para disimular empeza a facerlle un Tellado o panteón con todo o amor, e todo o tempo do mundo pra que non lle chova a sua compañeira. Un tellado con canalóns de aceiro,  canales de plomo, tella castellana, una maravilla, eso faino sentir ben e una necesidad emocional. Unha vez rematado dalle cumplimento a unha disputa en vida da sua compañeira e la quería poñerlle unhas cortiñas o panteón e él opusose e non a deixou. Entón en un viaxe a Portugal compra unhas cortinas de encaixe preciosas e ponnas fermoseando o panteón. E o único panteón con cortiñas do cementerio. E as cortiñas son a mostra de que os homes queremos, choramos e non olvidamos.

Tamen fixo uhna caixa metálica pra cenizas con dous deparatamentos, pra cando él morra,  xuntar as suas cinzas, e elixir xuntos a eternidade. O amor máis a la da corte.

Al Sepulturero: 
Poesía ante la muerte

Hoy
Abre la tierra, amigo mío,
Y dame un sorbo de lo Eterno
Celeste vino, perfumado
Con el dolor del universo.
Mañana
Abre la tierra, amigo mío,
Talla una flauta de mis huesos
Y hazla soñar, entre las cruces
Por el dolor del universo.
+ Juan Vidal Martinez-1904-1994

El más allá: nos encontramos con dos tiempos. El de la vida y el de la muerte. El poeta escribe en el hoy vivo, y al mismo tiempo transciende la muerte y escribe una vez muerto. Esa capacidad de conciencia es la que nos hace humanos, somos los únicos seres vivos, que tenemos conciencia y podemos nombrar las cosas de la tierra y el universo.

El hoy primera parte
Llego la hora, acepta la muerte del cuerpo con alegría, la muerte lo lleva a formar parte del universo. Nos encontramos con una persona con valentía, que no tiene miedo a la muerte, porque vivió su propia vida, no perdió el tiempo.

El mañana segunda parte
Ya muerto, transciende a la muerte, le vuelve hablar al sepulturero, su amigo, le encarga que sus cenizas, sus huesos cobren vida y calmen el dolor del universo, se acuerda del dolor de los que sufren, del vacío que nos deja la muerte, que solo se calma con la conciencia, con el recuerdo...

Es un poema de entrega, de ayuda, de humanidad, porque verdaderamente la vida tuvo sentido, y que la muerte no tiene la última palabra...

FRANCISCO ABUÍN FERREIRO


VER+;








Este santo cuidaba a los peregrinos que pasaban por su tierra y a todos preguntaba una sola cosa: la ubicación del paraíso terrenal

La vida del bienaventurado San Amaro (Mauro) es una de esas encantadoras creaciones medievales de la religiosidad popular que nos ofrece no sólo el itinerario odiséico por tierras legendarias, sino también una metáfora de la búsqueda de todo cristiano por su verdadera patria espiritual.

Esta leyenda, tan poco estudiada en nuestros días, a pesar de haber sido conocidísima a lo largo de la última Edad Media y del Siglo de Oro en la Península Ibérica, se presenta como un verdadero compendio de varias corrientes religiosas, literarias y aún folklóricas del medioevo. Representa un nexo entre lo hagiográfico y lo literario, lo cual obviamente no quiere decir que estos campos sean estancos entre sí. Tal vez haya existido en algún momento un santo varón, un germen histórico para nuestro San Amaro, el cual haya inspirado un sin fin de aportaciones ficticias y aun inverosímiles a su vita; sin embargo, éste resta por conocerse. Lo que sí nos queda es un relato variopinto, que aunque tal vez haya sido en algún momento un breve exetnplum o leyenda folklórica, como lo sigue siendo en algunas partes de Galicia, habrá sufrido un proceso evolutivo en el cual tomó parte la creación artística individual. Las visiones de ultratumba y los viajes al otro mundo, el sermón didáctico, la himnodia, el culto mariano, y tantos otros elementos, todos encuadrados con el marco de la típica vita, se funden en la creación del Amaro.

Dice la leyenda que había una vez un santo hombre, Amaro, que vivía en tierra de «Alia». Bien se merecía su nombre, ya que, según un modo característico de las vitae sanctorum, la suya estaría llena de amargura, como lo está para todo aquel siervo de Dios que sigue el estrecho camino del Señor. Este santo, rico y de buena familia, cuidaba a los pobres, las viudas y, sobre todo, a los peregrinos que pasaban por su tierra. A todos preguntaba una sola cosa: la ubicación del paraíso terrenal, ya que su gran anhelo era ver ese jardín sagrado, «por revelación e por muestra que corporalmente lo él viese».

Una noche oyó una voz del cielo que le anunció que su petición le había sido concedida y que le mandaba que saliera por barco con compañía sin preguntar por dónde los llevaría Dios. Repartió sus bienes, sólo guardando lo suficiente para sobrevivir. Alzaron la vela y a los siete meses (siete días en las versiones impresas), llegaron a la isla de «Tierra Desierta», donde, a pesar de su nombre, la tierra era fértil, las mujeres hermosas, pero en la que, en contraste, los hombres eran feos.

Pronto se oyó otra voz del cielo, mandándole a San Amaro que saliera de esa tierra maldecida de Dios. Pasó por el Mar Rojo y fue a dar a la tierra de «Fuente Clara» bendecida con todos los placeres imaginables. Allí hombres y mujeres vivían trescientos años y eran las personas más bellas y corteses del mundo. San Amaro, solo, oyó otra voz, advirtiéndole de que, si no salía inmediatamente, sus acompañantes se acostumbrarían demasiado al sitio y no continuarían con él en su búsqueda.

Alzaron la vela, pero después de poco se encontraron en el «Mar Quajado» donde no se podía mover la nave y donde unos monstruos marinos devoraban los cadáveres de los tripulantes de siete barcos que se habían quedado estancados. Aterrorizado, San Amaro alzó la voz al cielo, pidiendo ayuda a la Virgen, la cual se le apareció en una visión con toda su grandeza celestial. Después de esta visión se oyó otra voz, la cual le mandaba que llenara los odres de aire y que los echara al mar. Las bestias, tomando los odres por hombres, se lanzaron encima de ellos, causando un viento bastante fuerte para impulsar la nave.

A los tres días llegaron a la «Isla Desierta» donde los animales, inexplicablemente, se mataban los unos a los otros el día de San Juan y donde encontraron a un ermitaño, quien les dijo que navegaran hacia el este, «do nasce el sol». Pronto llegaron a «Val de Flores», donde vivía el ermitaño Leonatis (Leonites en la primera versión castellana), quien, como atestiguaba el nombre, había entablado amistad con los leones. San Amaro dejó a su compañía para consultar con el santo hombre. Después de cuarenta días se despidieron los dos, pero no sin una larga lamentación por parte de Leonatis. Ya partido San Amaro, le llegó a Leonatis una santa mujer, nueva en la escena, Baralides (Balarides en el manuscrito medieval), quien había visto el paraíso terrenal, y que le dio al ermitaño dos ramas floridas, las cuales tenían el poder de convertir toda pena en alegría.

San Amaro, siguiendo las órdenes que le había dado Leonatis, dejó a sus acompañantes, mandándoles que fundaran una ciudad en el sitio donde se encontraban. Solo, encontró un monasterio de nobles damas al pie de una montaña. Antes de su llegada, la santa Baralides había visitado el monasterio y había anunciado la visita inminente del santo. Allí se quedó por diecisiete días, al fin de los cuales Baralides le pidió que bendijera a su sobrina Brígida, quien le había hecho a Amaro una vestidura blanca que le sirviera en su peregrinaje. Baralides sólo le pedía que le diera su antigua vestidura para que le sirviera de recuerdo a su sobrina.

Después de escalar una montaña, vio el santo un castillo precioso de cuyas cuatro torres salían cuatro grandes ríos. En frente había un gran campo verde con un pabellón de cristal cubierto de piedras preciosas. Dentro de la tienda toda tristeza se convertía en alegría. Quiso pasar por la puerta del castillo, pero no se lo permitía un portero; sólo podía ver el interior del castillo desde el portal. A lo lejos vio el paisaje característico del paraíso terrenal. Los pájaros cantaban tan melodiosamente que el encanto de sus voces hacía que mil años pasaran como si fuera un día. En medio de todo se adoraba a la Virgen y jóvenes y doncellas tañían instrumentos y bailaban en torno a ella. Todos pasaban por delante, echándole a los pies coronas y ramos de palmeras. Hasta los pájaros venían a venerar a la Madre de Dios.

Cuando San Amaro le pidió de nuevo al portero que le dejara entrar, éste le dijo que ya era hora de que se fuera, que había pasado doscientos sesenta y seis años en el portal del paraíso terrenal y que no había envejecido en absoluto. Le dijo que llegaría el día en que podría entrar él al paraíso del cielo, el cual era aún más glorioso que el terrestre. Le ofreció frutas del paraíso; pero Amaro sólo pidió un poco de tierra.


Al regresar al sitio donde había dejado a sus compañeros, vio que se había construido una gran ciudad. Cuando se dieron cuenta los descendientes de los que habían formado su compañía de quién era, le concedieron los debidos honores. Vivió el resto de su vida en un monasterio que fundó cerca del de las nobles damas, y al morir fue enterrado al lado de sus dos santas amigas, Baralides y Brígida.